Por Isabel Rosas Martín del Campo.
Hace cuántos años asumimos que la arquitectura del hombre fue creada por el hombre. Hace cuánto tiempo se pretende un oficio masculino cuando en su propia definición se encuentra esta contradicción. La madre naturaleza engendró con el cosmos la gran casa en que habitamos: el planeta tierra. La diversidad que nos cobija es abundante y fecunda. Es la arquitectura dada naturalmente en cuevas, abrigos y árboles. La nobleza de sus elementos comprendió en su abundancia y sabiduría el lenguaje del hombre desde su organismo viviente y nuestro cuerpo humano, en su devenir, se trasladó a la conciencia de cada organismo y de cada elemento universales. Esto concibió respuestas dadas en un tipo de arquitectura que pronto llegaría a imponerse como uno de los más inteligentes artificios de la humanidad.
La Arquitectura tiene nombre de mujer©, no puede ser sólo una expresión muy ad hoc con nuestro tiempo: un tiempo de mujeres que han salido de la oscuridad del silencio a la luz del sonido, porque la arquitectura es naturaleza, la arquitectura se concibe y concibe, porque abraza y es libre. Qué madre no es un refugio y qué refugio no es un hogar y qué hogar no es significación de familia y qué arquitectura no envuelve todo esto en un espacio y en un tiempo cada vez.
Los principios ancestrales de la arquitectura como madre de supervivencia fueron desprendiéndose de su simbiosis íntima con la naturaleza para poco apoco acercarse hacía ideales de civilización y así olvidar que algún día mujeres fuertes y decididas fueron quienes construyeron los primeros artificios arquitectónicos mientras el hombre salía de caza. Había que resguardarse y resguardar a las crías, ¡había que vivir! Cada hombre y mujer poblando el planeta son testificaciones de la grandeza de la naturaleza re inventada en arquitectura artificial. Hija primogénita cuyo organismo es edificado con cada uno de los elementos extraídos de su madre; la Naturaleza sabia y abundante.
El significado de la arquitectura como simiente será eternamente relacional con el tiempo o la naturaleza del tiempo y del espacio. Henos allí dispuestas arquitectas del tiempo intemporales y eternas, encarnamos enigmas como “sí se anunciará al mundo por primera vez” (Pallasmaa”). En cada mujer habita una arquitecta “una artista que vale mil siglos” (P. Valery), cada mujer es la misma columna vertebral cosida con los hilos de una misma historia: la vida. El espacio viviente es bello en tanto creación de hombres y de mujeres, pero sobre todo en tanto se entiende como conciencia femenina de fecundidad y fortaleza. Hoy en conmemoración con el Día Internacional de la Mujer me evoco en todas sobre todo en aquellas primigenias que me legaron su vida. Soy mujer y soy arquitecta, también, al igual que muchas más, diario me enfrento al paradigma del oficio masculino para mostrar que cada vez más se recupera la definición de que “La Arquitectura tiene nombre de Mujer©”.
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